Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 14 de agosto de 2016

La cultura defensiva del negro rebelde, de un ensayo de Miguel Barnet




      
 
Miguel Barnet, un etnólogocon muchísima prodeucción sobre los africanos en Cuba.




La  rebelión en el continente americano por parte de los esclavos traídos a estas tierras, vendidos por los llamados negreros portugueses y adquiridos por los españoles, siempre existió en diversas partes de nuestra región.
Para nadie es desconocida la participación de los nativos haitianos en su guerra de independencia así como los levantamientos que se dieron en Venezuela y la participación de muchos criollos en la guerra social, como la llamó el dominicano Juan Bosch al igual que los esclavos en Jamaica y Cuba y todo un mestizaje rebelde que abarcó la mayoría de las regiones de este joven continente.
Un interesante ensayo sobre el aporte de los africanos llegados a Cuba y su participación en la vida de la isla, escrito por el narrador, etnólogo, ensayista y poeta cubano, Miguel Barnet, habla de todo un aspecto singular de esa fusión que se dio entre esclavos africanos y blancos, alrededor de  la caña de azúcar y su producción.
Una fuerte dosis de rebelión
En ese ensayo del reconocido poeta Barnet, titulado Una cultura defensiva, nos refiere que “El aporte del africano a la cultura cubana, cuya génesis está en el trapiche azucarero, poseía una fuerte dosis de rebelión frente al medio opresivo. Toda la cultura que él proyecta  en Cuba es defensiva”. 
El detalle de lo defensivo, que también bañó a los indígenas lo apreciamos en una parte de Pueblo Protagónico (1498-1798), del historiador José Manuel Hermoso González, quien al referirse al tópico Rebeliones anti-esclavistas, alzamientos populares y otros conflictos escribe que “Durante los trescientos años de la dominación colonial fueron muy frecuentes los conflictos armados  que enfrentaban: a españoles contra indígenas; a las autoridades españolas con los esclavos rebelados contra sus propietarios; a los pobladores de pueblos y ciudades  frente a piratas y corsarios; y, con relativa frecuencia, también se produjeron colisiones frontales entre los habitantes de cualquier pueblo o ciudad y sus autoridades, así como también enfrentamientos entre esas autoridades y los representantes de los vecinos en los ayuntamientos”.  
Una lucha por la identidad
Y si nos acercamos un poco los acontecimientos que ocurrieron por los lados de la República Dominicana, observamos que “La rebelión, liberación  y fuga individual de cada esclavo de la Isla de Santo Domingo, constituyeron en forma colectiva una lucha por la identidad, por la libertad, por la justicia y por el reconocimiento como humanos de estos seres que en algún momento  fueron vendidos  y comprados como esclavos cual si fueran las más interesantes mercancías provenientes del continente negro y ofertadas por los mercaderes europeos al resto del mundo…”, como registró en Lemba, El esclavo rebelde del Caribe, Libio Amaury Matos.
En realidad, indígenas, negros y muchos blancos así como la variadísima riqueza étnica que surgió de su conjunción, siempre estuvo caracterizada por ese sentimiento de la defensa de su integridad, que hoy continúa presente en los americanos de sur.
Pero volviendo al específico ensayo del narrador cubano Miguel Barnet, él reitera esa cultura defensiva que está en el mundo del trapiche azucarero. “Por eso es tan duradera  y homogénea –escribe-, a pesar de las variantes y matices señalados  ya por los etnógrafos. En las expresiones musicales, danzarías y poéticas conservadas hasta hoy, subyace  este fenómeno. La actividad cultural  del africano es, por naturaleza, revolucionaria: un método de liberación  interior y una vía para la búsqueda de la seguridad. Oración, epifanía, conjuro, danza, todo encaminado a encontrar la salvación”.     
Revolucionaria la actividad cultural del africano
Escribió Miguel Barnet que cuando el cimarrón escapaba y huía hacia el monte, pensaba en su tierra de origen. “El palenque reconstruyó la vida en la aldea; con palos de guayacán y piedras construyeron fortalezas infranqueables, todo motivado por la necesidad deliberarse. Las cadenas de la esclavitud condenaron las piernas de los esclavos, ataron sus brazos, pero no pudieron amordazar sus espíritus”.
En wwwpertinentes.blogspot.com pensamos que no solo eso ocurrió, sino que tampoco pudieron amarrar esa conciencia de ser gente que vivió con libertad, en oportunidades en guerras triviales, pero el ser africano y a un lado el indio, han sido y son seres de libertad permanente y esa fue una herencia que hemos recibido los actuales americanos.
Escribió el narrador que, “Desde los comienzos, el negro por su condición de esclavo, de simple tuerca, tuvo que identificarse  telúricamente  con la naturaleza insular”. Y más adelante agrega:
“En esta identificación se hizo fuerte, se arraigó aún cuando empleara  para la elaboración de su sincretismo los patrones africanos en primer término. El proceso de integración del negro a la isla  fue siempre creador en todo sentido. Al buscar los elementos sustitutivos  para una apremiante fuerza evolutiva está creando, comparando, asociando, poniendo en práctica su inventiva. Así sustituyó el cuero del antílope por el del chivo, adoró a la ceiba  y a la palma  en vez de al baobab, utilizó en vez de la nuez  de cola simples  coquitos  o granos de maíz, suplió el yefá –polvillo mágico del colmillo de elefante- por simple yuca o de ñame”.   
Y al continuar en su escritura Barnet nos dice que los eslavos, frente a esa imposición de divinidades desconocidas para ellos (Dios, los santos y los ángeles), los negros respondieron con sus propios modelos: “…estableció equivalencias exactas o aproximadas, supo partir  de conceptos similares, relación, atributos, y asoció colores, símbolos. Recibió el contagio de la cultura occidental, se permeó, tuvo que asumir su lenguaje, adoptó el crucifijo, aprendió mecánicamente las normas de conductas nuevas; pero preservó heroicamente  sus conceptos de la familia, sus alimentos, sus cantos y danzas: su cultura”.
El negro responde con la magia, que es su razón
A título de ejemplo, el poeta y Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, escribe que  “Cuando el blanco responde con la razón o con la fuerza, el negro responde  con la magia que es su razón de emergencia.  Cuenta el historiador y escritor afroamericano de Trinidad, C.L.R. James, “que un esclavo, cagado de papas que había hurtado de una siembra, es descubierto por el mayoral. Este l pide una explicación y el negro contesta que no son papas lo que lleva, que son piedras que le ha puesto el diablo para castigarlo. El mayoral le tira de la camisa y las papas caen al suelo. Su respuesta es su lenguaje más puro, defensivo e ingenuo”.
Lo cierto de todo es que Barnet en su ensayo nos dice que el cristianismo pudo muy poco influir en los negros de  Cuba. Es más, “La campana del ingenio  llamando a las tareas implacables del día tuvo mayor significación que la de la capilla, aquella era resonante y cruel, esta era sorda y hueca”. 

De la lectura de:
BIOGRAFÍA de un cimarrón
estudios y ensayos
BARNET, Miguel
Volumen de la Biblioteca Ayacucho.
Impreso por Editorial Arte- Venezuela
Enero 2013    

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