Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



martes, 21 de julio de 2009

El polo opuesto de Latinoamérica


Escribía Rufino Blanco Fombona, este notable escritor, narrador y político venezolano, en un ensayo sobre Relaciones internacionales y solidaridad americana, incluido en los Ensayos Históricos que publicó la Biblioteca Ayacucho en 1981 que “En el desarrollo agitado de estos jóvenes pueblos, han tenido todos ellos, sin una sola excepción, choques de intereses con Europa y con los Estados Unidos, choques que han llevado a menudo al rompimiento y la guerra. Otras veces, ambiciones, miras imperialistas de los pueblos mayores han amenazado la integridad territorial o las instituciones de los nuevos Estados”.
Ese comentario en uno de sus ensayos, nunca ha perdido vigencia, por el contrario, adquiere una gigantesca relevancia la cual es cónsona con los acontecimientos actuales que vuelven a molestar a los latinoamericanos. Si, porque es recordar la agresividad alertada, mucho antes, por el Libertador Simón Bolívar en torno a los gobiernos estadounidenses, que no han sido otra cosa que grandes gestores de inimaginables y aterradores negocios, no solo para los latinoamericanos, sino para la misma humanidad. De hecho, en su ensayo, Blanco Fombona destaca que “y aun su mero acercamiento( a Estados Unidos), ya que este país, por sus costumbres, su modo de concebir la vida, su incapacidad para las Bellas Artes y su carencia de ideales, es el polo opuesto de la América del Sur”.
Se sienten de nuevo los ladridos
En este amanecer del siglo XXI, las mujeres y hombres de esta tierra vuelven a sentir los ladridos y las mordidas de las fieras, imperialmente familiares a las que ensangrentaron las tierras de los mexicas, en el tiempo de las andanzas de Hernán Cortés como describe Miguel León Portilla, en su trabajo La Visión de los vencidos.
Este tiempo, que quiere dejar de ser desigual para los latinoamericanos, Honduras y las demás naciones que van conquistando sueños para sus pueblos, sienten malestar en sus corazones, aunque los malos días les sirven para recordar que no deben bajar sus guardias ante la ferocidad de quienes se creen dueños de la vida de los demás.
Blanco Fombona clasificó en tres períodos las relaciones de los pueblos latinoamericanos con las naciones europeas y los estadounidenses, En ese sentido, así lo escribió:
1°) Amenaza de la Europa monarquista, unida en Alianza llamada Santa. Entonces renacieron con vigor las ideas bolivianas de confederación y solidaridad continentales que se proclamaron en el Congreso de Panamá (1826). Por entonces nació también la doctrina de Monroe, bien acogida a la sazón en la América del Sur, como consagración de las ideas en que abundaban todas las naciones del nuevo mundo.
2° A partir de 1845-1850, desconfianza naciente contra los Estados Unidos por su mutilación de Méjico y su filibusterismo en Centroamérica, y desconfianza permanente contra Europa, que no cesa de amenazarnos. Esto dura hasta el cuarto del Siglo XIX.
3°) Odio y temor a los Estados Unidos. Acercamiento a Europa, peligro que cada día es menor para nosotros, tanto porque las Repúblicas se fortalecen cada día más, como por el anarquismo industrial y político del Viejo Mundo. Así se inicia el siglo XX.
Luego el escritor dice que hay que insistir, que durante el siglo pasado nuestros pueblos tuvieron sus querellas, pero siempre tuvieron la comprensión de su destino “y que, para realizarlo deben, hasta donde sea posible y fructuoso, solidarizarse”.
Pero hay más de lo que escribió Blanco Fombona y así, sostuvo que de esa “idea de solidaridad, si no de unión política, permanece latente”. Refiere el escritor en su ensayo, que “A cada peligro o agresión, los pueblos americanos, sintiéndose mancomunados por la amenaza o el dolor, se tienden unos a otros las manos”.
Recuerda que años posteriores a la invasión y la mutilación de la nación mexicana por parte de los yanquis y de las “incursiones filibusteras en la América Central, celebran un pacto en Santiago de Chile: Perú, Chile y Ecuador, a que más tarde se suscriben otros Estados; y ese mismo año (1856) otro grupo de nueve naciones, entre las cuales el propio Méjico, celebra otro pacto por el estilo”. Habla del panamericanismo durante el último cuarto del siglo XIX (influenciado por el elemento angloamericano) y el panhispanismo, como instancia para contrarrestar y evadir tal influencia contra los argumentos de mancomunidad continental y de forma de gobierno. Ya en el siglo XX habla del acercamiento a Europa para contrarrestar (con toda suerte de vinculaciones) del imperialismo estadounidense “y aun su mero acercamiento, ya que este país, por sus costumbres, su modo de concebir la vida, su incapacidad para las Bellas Artes y su carencia de ideales, es el polo opuesto de la América del Sur”.

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