Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



domingo, 19 de julio de 2009

La Patria única de Bolívar y Estados Unidos


En Las dos vidas de Bolívar(*), el periodista y ensayista Raúl Valdés Vivó, se refiere a un tema que formó siempre parte del pensamiento del Libertador de América, como lo fue y se mantiene vigente entre los latinoamericanos el enfoque de nuestras vidas, de nuestras realidades y las tempranas obsesiones imperiales de una nación como lo es Estados Unidos.
Escribe Valdés Vivó en el aparte La doctrina Bolívar (que no recibió ese nombre) contra la doctrina Monroe, que la primera “se resume en lo que su creador afirmó ante los legisladores en Angostura al imaginar el destino de una patria única en el corazón del universo, prodigando ciencia y amor”.
Para este intelectual, el gobierno estadounidense –ya para aquel entonces- “no aceptaba que nuestros pueblos pudieran ir por esa senda, yendo él por la opuesta. Ello explica que tres años antes del congreso emancipador convocado por Bolívar, el presidente James Monroe trazara una línea de sentido hegemonista, que sus sucesores elevaron a la categoría de doctrina”.
Añade que el concepto de Monroe, inicialmente, revistió “la forma de una declaración pragmática que fijaba la política exterior de los Estados Unidos con respecto a los derechos y las actividades de las potencias europeas en el continente americano. Fue expuesta por él mismo en su comparecencia anual ante el Congreso de los Estados Unidos, el 2 de diciembre de 1823”. Y luego el escritor añade:
“Es interesante notar que no fue respaldada por ninguna legislación congresional de ese país, ni ratificada en el derecho internacional, por lo que solo a partir de 1845 resultó elevada a la categoría de principios doctrinarios”.
Valdés Vivó continúa su investigación y comenta que Monroe había afirmado que las potencias europeas no podían colonizar por más tiempo a la América y que, en consecuencia, deberían dejar a un lado el intervenir en los problemas o asuntos de las repúblicas latinoamericanas recientemente emancipadas y, en ese mismo orden( calificada de la manera siguiente y no en las palabras del autor de Las dos vidas de Bolívar), pudiera decirse que mostró su apetito imperial al prevenir “a los estados europeos contra cualquier intento de imponer monarquías en las naciones americanas independientes, pero, debilitando el postulado anterior, añadió que el gobierno de los Estados Unidos no emprendería ninguna acción en las colonias europeas existentes ni en la propia Europa”.

América para los americanos...pero del norte
Refiere este investigador de la historia que cuando Monroe marcaba así la diferencia entre los europeos y americanos, “subrayaba la existencia de los intereses estadounidenses. Rechazaba el régimen monárquico europeo como sistema político, consideraba que ninguna nación americana lo adoptaría y que su presencia en el continente americano pondría en peligro la paz y seguridad de su joven nación”. Y así, escribe el autor que, “Exponía en tono insolente que únicamente los Estados Unidos estaban destinados a completar la colonización de los territorios vírgenes de América”.
Este narrador y también político cubano, sostiene en el Tomo II de Las dos vidas de Bolívar, que “La famosa doctrina del imperio naciente se sintetiza en la formulación de: América para los americanos, pero en realidad, tal como secretamente quería Monroe, los yanquis la interpretan América para los americanos…del Norte”. Y sigue Valdés Vivó:
“Una cuidadosa lectura de su texto original, explicado por el secretario de Estado John Quincy Adams (que luego llegó a presidente), revela que el contenido del documento emitido por la Casa Blanca se reducía, en lo inmediato, a tres puntos:
“No interferencia en las colonias de Europa en el Nuevo Mundo. Al mismo tiempo el rechazo a futuras colonizaciones europeas. Esto significaba complicidad de hecho con Europa en la retención de las colonias que le quedaran, aunque sin poder buscar nuevos territorios, por lo demás inexistentes después de alcanzar la independencia.
No intervención en las guerras que tenían lugar en Europa entre las fuerzas reaccionarias y las que entonces representaban el progreso social.
El único país destinado a nuevas colonizaciones en nuestro continente era el de los Estados Unidos”.

(*)
Las dos vidas de Bolívar
VALDÉS VIVÓ Raúl
Fundación Imprenta de la Cultura
Ministerio del Poder Popular para la Cultura
Caracas-Venezuela

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