Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



lunes, 11 de julio de 2016

La oligarquía frustró el proyecto de una patria grande



 

Con un guión muy explicativo de Michel Bonnefoy el Correo de Orinoco publicó a propósito del Bicentenario de la independencia venezolana varios cuadernos de lectura muy necesaria y amena, como el que lleva por título “La oligarquía y sus caudillos”, del cual escribimos.
Entre los siglos XIX y XX la oligarquía criolla toma el poder como resultado de la muerte del Libertador y la sucesiva disolución, en 1830, de la Gran Colombia; por allí fueron desfilando y penetrando “los intereses mezquinos de la oligarquía venezolana y de la ambición de caudillos como José Antonio Páez y políticos como Francisco de Paula Santander…”
El guión de Bonnefoy, escrito para ese fascículo de la Colección Bicentenaria,  nos dice que por allí vino la frustración del “…proyecto  bolivariano de crear una nación grande, rica y poderosa que hubiese podido enfrentar la ofensiva imperialista de los países del norte”.
El crimen del insigne Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, que por cierto fue consumado el 4 de junio de ese mismo año, “…dejó a Quito en manos de militares y la muerte de Bolívar significó la desaparición  del más ferviente defensor de la unidad, a la vez que privó a Venezuela  de la única fuerza que podía salvarla  de las luchas internas por el poder que la desangrarían en las próximas décadas”.
A propósito de este asesinato, tan doloroso para Simón Bolívar, en el prólogo del fallecido profesor Alfonso Rumazo que hizo para los Documentos Selectos, Antonio José de Sucre, el historiador registra que:
“El Libertador creó para el Gran Mariscal un homenaje especial, del que no hay ejemplo en la historia militar mundial de los últimos cinco siglos: escribió en Lima, en 1825, una biografía de su subalterno Sucre, en diez páginas inmortales. En ese texto se lee, en el párrafo final: “El General Sucre  es el padre de Ayacucho; es el redentor de los hijos del Sol; es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco-Capac y contemplando las cadenas del Perú, rotas por su espada”.  
Primero Páez y los conservadores
Al continuar con este enfoque sobre “La oligarquía y sus caudillos”, el cuaderno del Correo del Orinoco nos dice que  “Ese mismo año 1830, las clases sociales poderosas nombraron presidentes, en Colombia, a Francisco de Paula Santander y, en Venezuela,  a José Antonio Páez” y este último estuvo al frente del poder en la patria de Bolívar, por dos décadas, “…incluyendo el breve paréntesis  en que José María Vargas fue elegido presidente por los mismos terratenientes, comerciantes y usureros que representaba Páez”.   
Y a partir de allí, se desarrolló el gran desfile que  tomó el país:
“Liberales y conservadores, centralistas y federalistas, supuestamente enemigos, se repartían las tierras, las exportaciones e importaciones y compartían la indiferencia social y económica de la gran mayoría de la población, los pobres de campo y de la ciudad”.
El párrafo anterior pareciera ser el gran patrón por el que se guiaron y se siguen guiando –ahora con las diversas modalidades- la mayoría de los políticos mercantilistas ubicables -en estos tiempos- en las muchas corrientes de la Derecha capitalista del mundo.
Otra por los liberales
 De vuelta al tema, destaca Bonnefoy en su guión que, “La política  económica de los sucesivos gobiernos de Páez tuvo una orientación liberal, al servicio del modernismo que requerían  los acaudalados  dueños del país. Suprimió el monopolio del tabaco, creó los primeros bancos, promovió la inmigración europea, adjudicó terrenos baldíos para desarrollo agrícola, aprobó leyes que facilitaban el embargo de propiedades hipotecadas, promulgó códigos policiales para la represión de los campesinos, aprobó la ley “de azotes” y adaptó la esclavitud a la nueva realidad socioeconómica prolongando el período en que los manumisos dependían de sus amos hasta los 25 años en lugar de los 18 previstos originalmente”.
Se entiende entonces como un luchador por la independencia quemó y luego enterró su historial de luchas por el dinero y el poder, nada extraño a lo que ha estado en discusión en los últimos años en torno a los gobiernos, algunos acosados por la avaricia económica y del poder político que caracteriza a la Derecha nacional e internacional.
Al continuar asumiendo el tema, la publicación destaca que “los gobiernos presididos por los hermanos Monagas en la década  de los cincuenta no se diferenciaron sustancialmente  de aquellos presididos por Páez en las dos décadas anteriores. Si este último beneficiaba a una “oligarquía conservadora”, José Tadeo y José Gregorio Mongas favorecieron a la “oligarquía liberal”, los mismos terratenientes y la misma burguesía comercial”.
Como un hecho indiscutible es bueno que señalemos en estas líneas que, “la adjudicación de terrenos baldíos, supuestamente para el desarrollo agrícola,  siguió incrementando desmesuradamente el latifundio”.
La Guerra Federal, intereses de caudillos y camarillas
A medida que leemos, que apreciamos los hechos históricos y políticos, pareciéramos ver como si la historia se repitiera: Una corriente de la Derecha nacional e internacional intentando tomar el poder en Venezuela para trasladar hacia las corporaciones transnacionales los recursos del país. Como detalle, citamos que esta situación intentan repetirla en diversas naciones. Por ello no es fácil olvidar realidades como las de Irak, Afganistán, Libia e intentos como los acontecidos en Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina y pare de contar.
“La guerra Federal (1859-1863) no fue la expresión  de intereses de clase antagónicos, sino de intereses particulares de caudillos y camarillas políticas. Como expresó el general Arismendi en 1864, cuando dijo que habían luchado cinco años para sustituir ladrones por ladrones y tiranos por tiranos.
“El asesinato de Ezequiel Zamora impidió que los ejércitos federales se convirtiesen en la vanguardia de un amplio movimiento campesino que exigía la redistribución de la tierra”.
Y de allí en adelante, una herencia sucesiva de la guerra federal que arrojó a nuestra geografía muchos caudillos militares, “…la mayoría sin muchos principios éticos ni ideología alguna”.    

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