Pedro Estacio
No siempre los ciudadanos suelen entender lo que ocurre a su alrededor y posible culpable de ello pudiera ser esa especie de ambiente en el que nos encontramos todos, inmersos en esa especie de feria donde participan las emisoras de radio, estaciones de televisión, celulares, redes, música desenfrenada en algunas calles y tiendas, comerciantes, vendedores en el Metro y en las afueras, semáforos, motorizados, autos, gasolineras, las desvencijadas camionetas de pasajeros mucho mas y donde algunos somos víctimas del caos navideño.
Pero lo mas terrible de esta especie de caos navideño en el que vivimos, es la torcedura de mentes que se realiza, que se lleva por delante a las frágiles conciencias al punto que nos encontramos con acontecimientos que realmente deprimen. Y ello facilita que algunas personas se pregunten ¿qué es lo que ocurre?
En estos días un vecino esperó pacientemente unos 40 minutos para ir del centro de Caracas a la avenida principal de El Paraíso y hasta se sentía incómodo por el ruido ensordecedor generado por gritos, conversaciones, ruido de motores de vehículos y motos y un rocambolesco y enfermizo sonido de un reggaeton, que los medios venden como música.
Pero si eso fue visto por un vecino, no distingo diferencias en lo que personalmente me concierne porque cometí el error de caminar algunas calles vecinales a Sabana Grande y eso fue algo muy terrífico, como dicen ahora.
Una dama caminaba y al pasar por mi lado y como si estuviese hablando con alguien comentaba:
¡Dios santo, si este bululu de gente es a esta hora del mediodía! ¿Cómo será esto en horas vespertinas y en la noche?
En realidad, parecía como si Sabana Grande, ese bulevar caraqueño, había sido tomada por un colectivo de gente desesperada y alucinada. Todo semejaba como riachuelos que iban de un lado a otro y se cruzaban unos con otros, mientras el ruido de los vendedores voceando sus mercancías invadía todos los espacios.
Hay personas a quienes les gusta este desordenado ambiente y no les preocupa en lo mas mínimo el alboroto que gira en todos los paseos, bulevares, tiendas, fuentes de soda, heladerías, restaurantes y cualquier local que vendiera hasta plumas para gatos, por decir algo. También se ve en otros países, pero no todos les vemos con agrado.
Pero lo que si parece ser cierto, es la torcedura de mentes que se observa; personas haciendo cola para comprar helados, dulces, panes y cualquier otro producto, que hasta facturas en dólares dan muchos negocios. Todo es como una locura, como si se desatara un viernes negro todos los días de navidad.
Creo, que para todo cuanto acontece, el barniz de la educación le daría un vuelco interesante y nos encontraríamos con un proceder diferente. No tendríamos las locuras motorizadas que se llevan a las personas por delante. La gente aprendería a no botar la basura en las calles como tampoco los dueños de negocios que llenan las esquinas de cajas y cualquier desperdicio, como en la avenida Urdaneta. La alta voceadera de los buhoneros desaparecería y habría una disminución del volumen de los equipos de sonido que cada negocio coloca como para atraer compradores, Las personas se desplazarían cada quien por su derecha y hasta los autos estarían guardados en estacionamientos.
Hay de todo y hasta escuchamos a religiosos. Como en el Metro de Caracas, intentando convencer a los ciudadanos de que tomen un camino justo y respetuoso en la vida, libre de pecados y que sigan el ejemplo de Jesús y su amor por la humanidad.
Independientemente de todo, cuando hablamos de mentes torcidas, nos referimos al hecho de que los ciudadanos parecieran enloquecer y se lanzan a las calles a comprar, montarse gorros de San Nicolás en sus cabezas, comprar pinos y adornos y olvidan que muchas de esas cosas nada tienen que ver con nosotros los caribeños y latinos que somos.
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