Sociedades Americanas en 1828

La juventud americana necesita abrir los ojos sobre su situación, y los niños tienen que aprender a leer. Los jóvenes que han de reemplazar a los padres de hoy, deben pensar y escribir mejor que sus abuelos, si quieren que en América haya patria y lengua. Esto no lo conseguirán con escrúpulos, ni con burlas, ni con puntitos de erudición.
Simón Rodríguez, en Sociedades Americanas en 1828



martes, 18 de noviembre de 2008

El despertar de la ciudadanía


En Venezuela se ha estado viviendo, los últimos diez años a propósito del proceso político que desarrolla la revolución bolivariana, de una experiencia cultural realmente extraordinaria y cerca de realidades circundantes que expresan tiempos de cambios como las que acontecen en Bolivia y Ecuador. La definimos conceptualmente como un hecho cultural y muy en específico, trascendentalmente educativo.
No hablamos de un hecho aislado en el tiempo sino de una especie de eslabón de la cadena histórica de este continente que, como el ADN, pareciera tener infinidad de componentes que bañan nuestra luminosa geografía y que se desplaza por ella en el tiempo que los hombres miden.
El énfasis educativo de la actualidad bolivariana en Venezuela se desplaza como brisa de cambios que aumenta cada día. Se aprecia como un entusiasmo colectivo que recorre el país por todas partes y contagia a los hermanos de las naciones vecinas.
¿Acaso nos devolvemos en el tiempo? Ciertamente no podríamos. Lo que ocurre en estos momentos, es que el deterioro de la moral con todo su modelaje de situaciones imperfectas que se desprenden de esa fractura espiritual y de conciencia ha generado el despertar de los ciudadanos latinoamericanos.
El Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, en una investigación que le tomó años desarrollar, a causa, como el mismo escribiera, de su “actividad de educador desterrado, al servicio de la UNESCO” y que luego publicó con el título de El magisterio americano de Bolívar, editada por sexta vez en octubre de 2006, por la Biblioteca Ayacucho en la Colección Claves de América, abordó en su investigación en Bolívar educador, el que planteaba la liberación de nuestros hombres y mujeres.
Al centrarse en la parte educadora del Libertador, el doctor Prieto escribió:
“El proceso de la educación de hombres y de pueblos logra vencer la débil naturaleza humana, respetándola, y enseña a enfrentarse con todos los recursos de la inteligencia a los poderosos elementos circundantes, para construir con ellos, y a veces a pesar de ellos, una civilización. Combatir la naturaleza, domeñarla, poniéndola al servicio de la humanidad, es la labor del hombre educado. Toda educación implica un aprendizaje para ese menester libertador”.
La opinión del Maestro Prieto, está referida, fundamentalmente al carácter de Simón Bolívar en ese magisterio, en los días del terremoto de 1812 que destruye a Caracas y, los sacerdotes españoles, “abusando de la ingenua credulidad e ignorancia del pueblo, prometían rayos y truenos, acumulada destrucción y exterminio para las rebeldías liberadoras de nuestro pueblo”. Así, escribe el exministro de Educación, “Bolívar se yergue entonces en ejemplar actitud educativa, para reanimar la fe del pueblo en la libertad, para estimular la resistencia y crear la voluntad de victoriosa constancia. Desde una improvisada tribuna de polvorientas ruinas, piedra sobre piedra, símbolos de una catástrofe reciente, lanza al rostro de los asustados moradores de la ciudad mártir su apóstrofe inmortal, al mismo tiempo protesta y advertencia contra los propaladores del miedoso instinto de conservación: Si se opone la naturaleza a nuestros designios, lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca.
Luego, el Doctor Luis Beltrán Prieto define más explícitamente que “KLa imprecación de Bolívar contra el oscurantismo y la barbarie, abría a su pueblo, no el camino de la huida por un Mar Rojo servicial, sino el de la libertad lograda con esfuerzos y con sacrificios, duro trecho por donde hemos venido trillando y seguiremos la marcha hasta arribar a la definitiva conquista de la naturaleza inhóspita de nuestro continente y, con ello, a la total liberación, no solo del poderío de otros pueblos, sino también del hambre, la miseria y la incultura, nuestros tradicionales enemigos internos”.

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