¿Cuántos expósitos habrán hoy en este planeta divorciados del bienestar general?
Pedro Estacio
Hay quienes leen para aparentar y hay quienes lo hacen para entender las realidades y en el caso de Simón Rodríguez, bien llamado el Sócrates de Caracas, de América, algunos han leído algo de él y aparentan que lo dan por muy certero, pero solo lo dejan como recurso para la plática política, académica y social, sin prestarle mucha atención y mucho menos comprender sus planteamientos.
Cuando observamos el panorama político internacional, por decirlo de una manera, conseguimos a todos los países de una América Latina, digamos de México hasta la Argentina alejados de lo que planteaba hace siglos el Maestro del Libertador Simón Bolívar:
La América está llamada, si los que gobiernan lo entienden, a ser el modelo de la buena sociedad, sin mas trabajo que adaptar. Todo está hecho, en Europa especialmente. ¡Tomen lo bueno, dejen lo malo, imiten con juicio, y por lo que les falte, inventen!
¿Qué es lo que copiamos?
Una silla, un comedor, una puerta, unos cubiertos para comer, franelas sin marca, pantalones, zapatos, cuadernos, sacapuntas, almohadas y un sin fin de productos que no tiene patente mundial, porque sus creadores murieron hace siglos y hoy día son lo que algunos denominan un bien común. En cierto modo tenemos siglos copiando, desde que llegaron los españoles y a mosquete limpio, candela pura, degollamiento muy sangriento y mordedura de perros a granel, obligaron a nuestros antecesores, a que empezáramos a copiar, comenzando por el idioma español, a copiar cruces y orar por otro creador del mundo y olvidarse de sus creencias.
Copias, copias y nada original
Ha existido una copia pareja que han hecho las naciones latinoamericanas de lo creado por naciones del llamado primer mundo, lo que no suele ser muy de sabios. Hoy volvemos a Simón Rodríguez gracias a Hugo Chávez, quien lo entendió y lo vió como una importante raíz integrada al Libertador Simón Bolívar y al General Ezequiel Zamora y abanderados de esa sociedad de hombres y naciones llenos de soberanía y ansiosos por emprender la soñada sociedad de bienestar posible.
Muy pocos han entendido a Simón Rodríguez. Al maestro lo conocen de nombre y porque fue, si se quiere, una especie de tutor educativo, un joven mayor que Simón Bolívar, pero amigo y para quien fue mas que un Maestro, a quien le compartió sus ideas sobre la vida, la formación, los acontecimientos del mundo, la opinión de personalidades, las lecturas, las sociedades y las relaciones de sus integrantes y la naturaleza y el ser.
Pero el Maestro de Bolívar, quien cambió su nombre al de Samuel Robinson, era mucho mas de lo que aparentaba. Fue autor de “una verdadera constelación de conceptos, de un filósofo dialéctico”, según García Bacca, registrado por el profesor Alfonso Rumazo González, en su libro el Ideario de Simón Rodríguez.
De acuerdo al profesor Rumazo en el prólogo del Ideario, no hay un exceso de elogio en Juan David García Bacca al llamarle “...el mas original, el mas severamente lógico, el mas sobreabundante en ideas y el mas intuitivo, en la América del siglo XIX”.
Ese hombre lógico siempre nos está recordando que la América está llamada a emprender una reforma, pero la misma no puede darse cuando nos encontramos con paises latinos que tienen deudas con naciones de Europa y cuando auspician en sus discursos relaciones que al fin de cuentas los convierte en países débiles en su soberanía, cuasi esclavos.
Un Monsanto sin aplausos
En Venezuela acaba de darse un alerta con la aparición comunicacional de Monsanto, propiedad de la Bayer, una transnacional que ha sido cuestionada en varios países, por su producción no sol.o de semillas transgénicas sino por su participación en el daño hecho a Viet Nam con el componente naranja, producto de dicha firma y el glifosato llevado a diversos países, entre ellos a Colombia.
En Venezuela hay una campaña en contra de los trangénicos de allí la preocupación que esa transnacional entre a Venezuela, apoyada por sectores de la oposición y algunas ONGs, que presuntamente lo han visto como una vía para financiarse.
De acuerdo al Observatorio de Ecología Política de Venezuela “La Comisión de Ciencia y Tecnología de la actual Asamblea Nacional de Venezuela[1] anunció la aprobación del informe final de un proyecto de Ley de Semillas, promovido desde esta Asamblea.
De acuerdo a las declaraciones del Diputado del Partido de la Mesa de la Unidad por el estado Apure, Luis Lippa, este Proyecto de Ley contemplaría el uso de semillas transgénicas para la producción de alimentos en Venezuela, en contraposición a la Ley Nacional de Semillas vigente promovida desde los sectores campesinos, académicos y científicos en un debate constituyente con respaldo de la comunidad científica internacional de 28 países, y que fue consultada públicamente y aprobada en diciembre de 2015”.
Lo cierto de todo es que no está bien visto en Venezuela que la transnacional Monsanto se aparezca por la nación donde se desarrolla la Revolución Bolivariana y lo mas seguro es que sea negada su prsencia en un país que no acepta las semillas modificadas genéticamente.
Está claro que los venezolanos debemos producir lo mas que podamos acogiendo aquellos caminos que fueron considerados intraficables como el aprovechamiento de las energías solar, eólica y entrarle con mucha fuerza a los cientos y quizá miles de productos terminados aguas abajo de los recursos naturales como petróleo, hierro otros minerales y el sector agropecuario que es gigante. La idea es, en todo caso, no retroceder, no errar y si crear.
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